martes, 17 de mayo de 2016

Apuntes sobre Alejandro Lavín

El poeta alfarero
Por Cristian Rau
Texto leído en la presentación del libro Poesía Reunida, Curicó, 06 de mayo 2016.
Quedan su cabaña
su cojo caballete
y suave aroma
de panales vacíos
A. Lavín


Cuando Felipe Moncada me pidió  que lo acompañara en la presentación del libro Poesía reunida del poeta Alejandro Lavín pensé en decirle que no. El motivo para  rechazar esta invitación era  que aunque conocía a Lavín, solamente había leído algunos poemas sueltos por aquí y por allá. Antes de negarme definitivamente  le pedí a Felipe que me mandara el texto para verlo y responderle con más certeza. 
Directamente de la pantalla del computador hice lo que suelo hacer con los nuevos libros de poesía: leerlos al azar, fijar la vista en la hoja que sale, al tun tún en buen chileno. Este sistema poco riguroso suele ser bastante efectivo para comprender de manera superficial de qué va la obra; reconocer cuáles serán los tópicos que se repiten en el poemario y qué se busca en la poesía que se agita entre las hojas (o titila en la pantalla).
Entonces, si para mí hace un par de semanas el trabajo de Alejandro Lavín me era desconocido y esto de hojear al azar, mirando a la rápida los poemas, me sirvió para hacerme una idea del valor literario de este libro, creo que este sistema de lectura saltarina, sumado a algunas consideraciones posteriores que rescaté con una leída un poco más profunda, puede ser una buena forma de presentar este libro a potenciales lectores que, tal como yo, pueden no conocer el trabajo de este autor.

1
LA TIERRA/ LA GREDA

Esta recopilación de los textos de Alejandro Lavín, nace como se inician los días en el Maule: con el sonido de los gallos. Al hacer este barrido de lectura, al mirar el índice y leer en voz alta estos potentes poemas, nos enfrentamos claramente a una poesía anclada en lo rural; una lírica que pretende rememorar y honrar la simpleza de la vida de antaño. El amigo herrero, los cardos, el antiguo cántaro, las orillas de los caminos de tierra, el huerto, los ríos y la lluvia son algunos de los símbolos de quienes se nutre y a quien parece estar destinada esta poética.
Alejandro Lavín, antes que poeta, o mejor dicho en otra versión de su labor artística fue alfarero y escultor. Al conocer este dato y esta ocupación nos damos cuenta de la importancia que tiene la tierra para la vida y obra del autor.
En el poema llamado, justamente La fiesta del Alfarero, que titula el segundo libro de Lavín, publicado en 2010, a casi cincuenta años de su debut literario, diría:

Con frágil puzolana
fui a la conquista
de un retablo cerámico
Esmirriado
con torpes manos
era el hazmerreír
en la fiesta del fuego
Mal terminados
mis pálidos pucos
despaturrados
daban lástima
a entendidos viajeros
Por angas o por mangas
(tras fogoso fandango)
conseguí mis propósitos
y con arte diabólico
finalmente
di correcto tostado
a condenados cántaros
De a caballo
en rueda de alfarero
me agarré de los rubicundos
pezones de la greda
y en la ardiente camorra
di por perdido
mi mayúsculo dedo
autor de mis dibujos
En buen estado
pero viejo logré
sin embargo favores
de acinturadas vasijas
en harén subterráneo.

2
ALTA CULTURA

Generalmente solemos relacionar las expresiones culturales ligadas al campo con obras sencillas, simples, más bien sujetas  a la experiencia que al raciocinio o la inspiración de la musa invisible. En el caso de Alejandro Lavín, como dijimos antes, hay una poética hecha desde la vida campesina, pero ésta se mueve por sobre la simple relación vivencial, ya que los poemas de este libro están escritos y sudan una alta cultura de parte del poeta.
En una entrevista el poeta talquino Bernardo González le pregunta a Lavín: “¿cómo define su poesía?”, y éste responde: “La defino como un compendio; como un conjunto de elementos culturales que he ido acumulando en mi bagaje con el tiempo, donde se maceran el arte clásico y el arte moderno en un lenguaje personal que pretendo popular”.
Este asunto, la mezcla de alta cultura con el bagaje de la vida real en el campo, es donde radica una de los grandes atractivos de la poesía de Lavín, donde resalta una capacidad de pasar, por ejemplo, de un poema sobre un acampado arriero a un emocionante poema sobre un concierto de oboes entre los bosques de Vilches Altos y el Descabezado. Los nombres de Whitman, Gonzalo Rojas, Marais, Monteverdi, Velásquez,  Klee, Parménides, se cruzan con palabreos simples y voces diarias, como cuando habla de un “dios cegatón y  achacoso”. Bien lo dice el propio Lavín en su Autorretrato:

Viejo chercán
retirado del mundo
pernocta
en los pergaminos
del colihue
Oscos líquenes
de barbas gruñonas
lo despiertan temprano
Tiene tic nervioso
y le gusta Monteverdi
por su parecido
a un bosque profundo

4
LA MÚSICA

Bernardo González pregunta: “Hay mucho Monteverdi, Bach, batutas de pellín, instrumentos varios, fagot, violines… ¿Cómo influye la música, el silencio, en tu poesía?”, Alejandro Lavín responde: “Hay una relación recíproca entre el ritmo interior de mi poesía y la música que amo. Por el ritmo, la armonía, la ensoñación de los fenómenos naturales y, por qué no decirlo también, por la brevedad, lo fugaz, lo instantáneo de los motivos que poetizo, que son los mismos tópicos de los movimientos musicales de todos mis maestros: vientos, corrientes de agua, rumor de hojas...
Es una relación muy sutil, muy profunda, que fui educando con oído atento desde muy joven”. González retruca: “Una vez me dijiste que la música era el antídoto de todos tus males. “Así es”, responde el poeta trayendo el sonido del silencio.

3
EL HUMOR

La poesía de Lavín, como bien dice Felipe Moncada en el prólogo de este texto, está emparentada a la tradición poética maulina, sobre todo con dos de los más grandes escritores de esta zona: Pablo de Rokha y Efraín Barquero. Claro, en estos tres poetas vemos la idealización de lo rural, la importancia del paisaje de la infancia como escenario contra el cual todo será comparado; donde el mundo perfecto, es el mundo del pasado. Pero a diferencia de Barquero y de de Rokha, Lavín agrega un elemento muy útil para poder acercarse rápidamente a su poesía: el humor.
Lavín, como hemos dicho, pretende mirar sus cerros y bosques, desde una cosmovisión plagada de artistas, con una formación casi renacentista, en el sentido que intenta abarcar todas las artes, pero también intenta hacernos sonreír.
Con la inclusión de frases divertidas o del toque ingenioso, el poeta sabiamente logra quitarle presión a una poesía, que entre nombres de pájaros y ríos, y referencias culteranas, podría hacerse demasiado hermética o obtusa. Al contrario, Lavín, logra hacer una mezcla de elementos, una argamasa, una greda, muy bien equilibrada en la que el lector se sentirá cómodo y emocionado.
Leo, finalmente el poema Melodía del Madrugador, que de alguna manera conjuga todos estos aspectos que he mencionado y nos demuestra la gran capacidad poética del autor.

Cerro abajo
el día irrumpe
con trompetas de gallos
Huaso de buen humor
como Picasso huele
y cuadricula el campo
Me mandaré
(se dice)
el milagro
de soberbias sandías
y culones zapallos
Con su recto sombrero
entre español y viñatero sauvignon
se prosterna y anuda
sus viejos calamorros
Con cara de Walt Whitman
se celebra
y canta a sí mismo
Con su polvosa
manta de lana
con olor a reguero
cerro arriba recibe
el perfumado plato
del sol con chicharrones
y calientes chascarros


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