lunes, 6 de noviembre de 2017

El humor y la poesía

Reseña sobre “Limeriques” de José Tomás Labarthe
Por Hugo Villar Urrutia

“Limeriques” (2017) se titula el quinto asalto literario del poeta curicano José Tomás Labarthe (1984), publicado por Ediciones Inubicalistas. Es un poemario que utiliza la técnica inglesa del Limerick, una suerte de paya que debe ajustarse a ciertas reglas y que busca contar una historia en cinco versos con unas buenas rimas y un remate gracioso en el último verso, como el siguiente: “Un niño llamado Teo/ Jugando al lindo y al feo/ Con sus colmillos de vampiro/ Tras un relajante suspiro/ Se le escapó un peo”. 
El libro posee unas notables ilustraciones, en clave fotomontaje, a cargo de la artista gráfica Antonia Isaacson, quien ya había colaborado con el vate maulino en su libro “Un álbum de poesía”. Seguimos revisando la poesía cómica de Labarthe con los siguientes versos: “Un mocoso llamado Lucho/ Gran lector de Papelucho/ Tenía el serio problema/ El gravísimo dilema/ Que su nariz parecía anticucho”. Cabe destacar que el humor ha estado siempre presente en la poesía chilena, desde la poesía popular, las payas, pasando por el mítico poeta cureptano Pedro Antonio González quien ya en el siglo XIX sacaba chispas con su “Oda al peo”, hasta el centenario Nicanor Parra y el desfachatado Mauricio Redolés. Justamente, Labarthe homenajea al antipoeta con estos versos: “El poeta a la muerte se encacha/ -‘Apúrate vieja lacha’/ Y la muerte al poeta contesta:/-‘Poeta de lengua funesta/ Antes pégame su buena cacha’”. Sin duda, este libro es un gran aporte a la poesía maulina y chilena, siendo innovador, novedoso e inteligente. Se agradece el uso de un lenguaje coloquial, combinado con la lógica, el acertijo y la paradoja. Es ameno con el lector, pues incorpora como tópicos a los niños, lugares comunes y ciertas comidas: “De Chanco el queso de cabra/ Se come en un abracadabra/ Y de Longaví el mantecoso/ Es el queso más sabroso/ Saciando una gula macabra”. Por lo tanto, podríamos afirmar que la misión de la poesía no se limita solo a conmover o a generar belleza, sino que también a hacernos sonreír –con un humor que no es burlón ni despectivo– y pensar en esas situaciones simples y cotidianas que nos hacen sentir bien: “Los duraznos de Comalle/ Que se venden en la calle/ Dejan boquabiertos/ Inclusive hasta a los muertos/ Con pulento vitualle”. Para finalizar el comentario sobre este muy buen libro me despido con los siguientes versos picaros: “Un viejo choro de Lota/ Bailando cueca se alborota/ Al punto que en una canción/ Se le suelta el cinturón/ Y termina bailando en pelota”.


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